[Serie ¿Existió Jesucristo?] La influencia del estoicismo en el cristianismo

Busto de Zenón de Citio.

El estoicismo fue una corriente filosófica – que posteriormente creó escuela – de orígenes helenísticos, cuyo primer instigador fue Zenón de Citio en el Siglo III antes de Cristo. Los estoicos sostenían que el malestar en general y la frustración eran consecuencia de no ser capaces de analizar correctamente las situaciones.

Fueron una de las corrientes que más se interesó en relacionar el determinismo cósmico y la libertad individual, y fruto de ello llegaron a la conclusión de que para mantener una vida en la ataraxia – no sufrir, sufrir lo menos posible, no sufrir nunca más de lo necesario – era menester vivir de manera natural. Es por eso que para ellos lo importante eran los hechos, no las palabras.

Uno de los estoicos de mayor prestigio fue Epicteto, que era un esclavo – posteriormente liberado -, insistía mucho en la necesidad de mantener la calma ante cualquier situación para evitar corromperse y caer en la desgracia.

Habitualmente para ejemplificar el pensamiento de Epicteto se utiliza la analogía del perro atado a un carro; el perro puede negarse a caminar al ritmo del carro pero será arrastrado por éste irremediablemente. Visto así lo ideal sería que el perro se adaptara al ritmo del carro porque rebelarse contra él no le llevará a ninguna parte.

El estoicismo llegó a ser una corriente que influenció lo mismo a la cultura popular romana que a las altas esferas. Hay constancia de que el emperador Marco Aurelio era un ferviente estoico. Fueron los bizantinos – el Imperio Romano que sobrevivió en Oriente cuando se descompuso el de Occidente – quienes sepultaron esta corriente porque a juicio del emperador Justiniano I era incompatible con el cristianismo.

Sorprendentemente la Iglesia Católica Ortodoxa, heredera directa del Imperio Bizantino, incluye entre sus lecturas de preferencia las Meditaciones del emperador Marco Aurelio, referente estoico.

Algunos sitúan a Cicerón como uno de los decisivos precursores del estoicismo, cuando afirmó que tanto el gobierno como el sistema político romano eran un equilibrio necesario puesto que de lo contrario la existencia habría sido imposible al ir contra la naturaleza. Resumiéndolo; los jerarcas romanos son para las personas lo que la lluvia para los árboles, así que se debe aceptar a los superiores sin cuestionarlos. Como el orden establecido es un reflejo de la naturaleza, y ésta a su vez es la expresión de una obra divina, quien se resiste a asimilar su destino va contra la divinidad y por lo tanto es imposible que así encuentre la felicidad ni el bienestar en su vida cotidiana.

Sin embargo hay un abismo ideológico entre los estoicos primitivos – Zenón de Citio – y los que propagaron esta corriente filosófica por todo el Imperio – el propio Cicerón o el emperador Marco Aurelio -. Conviene destacar que en el mundo antiguo era imprescindible ser coherente hasta las últimas consecuencias; así Diógenes de Sinope ladraba – tal como él mismo expresaba, pues cínico viene del griego kyon (perro) – contra el régimen en el que le tocó vivir, y al tiempo vivía en un barril, en plena calle, y comía en un cuenco de madera hasta que vio a un niño que lo hacía con las manos.

Por ello es importante señalar que el estoicismo no surgió en sí como una filosofía a voluntad del orden vigente en Roma, sino que ésta hizo uso de él conforme a su criterio cuando pudo serle útil. Basta con leer en Meditaciones IX, 29 de Marco Aurelio, donde el emperador sugiere limitarse a los principios morales individuales y promover pequeñas reformas, sin intentar crear una República de Platón.

Sorprende comprobar la similitud entre el discurso de Marco Aurelio y el de la mentalidad conservadora de nuestro tiempo, tan empeñada en potenciar la caridad y las buenas formas, pero siempre crítica con quienes aspiran a algo más allá de las reformas, a los que no dudan en tildar de “antisistema”.

Pero ¿buscaban los primitivos estoicos defender la resignación y rendirse plácidamente al mandato romano? Su ideal pasa por el hecho de que el ser humano destroce los vínculos de la dependencia voluntaria hacia las pasiones. Esto incluye no tener sueños de grandeza ni esperar un resultado favorable cuando se afronta cualquier circunstancia; puesto que como no depende de nosotros mismos que algo así se resuelva – por ejemplo un familiar que está enfermo y puede morir –, sufriremos en vano si no sucede lo que deseábamos.

Así el mundo queda dividido en dos sustancias: materia y Logos. ¿Qué es el Logos? El principio activo, que puede actuar – y modificar – el pasivo, que es la materia. Defienden así que todo está contenido en la propia divinidad, y que nada puede escapar de ella. Para los estoicos no había programado un inicio ni fin del Universo, a diferencia de los cristianos.

Y aquí llegamos a lo que diferencia al estoicismo del cristianismo que surgirá pocos siglos después: la visión dualista del mundo – materia frente a Logos – que posteriormente tomará su máxima expresión en el maniqueísmo, éste a su vez se alimentará de algunas corrientes cristianas primitivas, como la de Marción.

Sin embargo los cristianos tomarán casi toda la doctrina estoica para integrarla en el seno de la Iglesia; empezando por las propias concepciones de Logos, Virtud, Cognición o Espíritu, pasando por la idea de que el ser humano está sometido a un mal consustancial que lo inclina a ser adicto a sus pasiones o la idea de que Dios hizo al Hombre a su imagen y semejanza, por lo que es absurdo ambicionar poder y riqueza terrenal. Los primeros estoicos fueron tan ascetas como los monjes y eremitas cristianos, e incluso repudiaban por igual la envidia, la gula o la lujuria.